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Archivo para martes, 11 de octubre de 2011

Algunas reseñas municipales

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El Banco de la República de la ciudad ha elabo­rado un interesante estudio económico sobre el Quindío y su capital, basado en cifras y hechos elocuentes que marcaron la vida re­gional en el año de 1979. A pesar de que ya va concluyendo el año de 1980, subsisten pautas o tendencias que hacen equiparables los dos perío­dos en diversos aspectos. Voy a tomar algunas referencias que merecen ser conoci­das por el público.

Se dice, por ejemplo, que de la cantidad de energía eléctrica comprada a la Chec no llega al consumidor final el 26%, que se desperdicia por la falta de capacidad de las redes. Esto correspon­de a unos $ 28 millones del año 79.

En asuntos de agua, uno de los males crónicos de la ciudad, se comenta la grave situación derivada de las interrupciones del servicio y la carencia de plantas adecuadas. Armenia debe tratar 700 litros por segundo y sólo está tratando 500. Hay un déficit de doce mil metros cúbicos.

De acuerdo con estudio hecho por Camacol a escala nacional, la construcción en el país decreció el 21% en comparación con el año anterior. La ciudad más afectada fue Armenia, cuyos costos se incrementaron en el 44%. La vivienda aquí se considera cada vez más lejos de las capacidades del común de la gente. Una vivienda de $ 600 mil, por ejemplo, exige un ingreso mensual de $ 20 mil, y las entradas de la población trabajadora son inferiores en promedio a la suma de $ 10 mil.

El sistema UPAC tenía captados en la ciudad $ 768 millones y colocados créditos por $ 259 millones. Es decir, es mínimo el porcentaje que irriga en la región: apenas el 34% aproximadamente. En relación con el año anterior ocurrió una fuerte baja en la participación sobre los depósitos, y esto se tradujo en la parálisis de la construcción. Estado parecido existe en el sector bancario, en el que los depósitos están más esterilizados por las restricciones monetarias.

La mal llamada bonanza cafetera trajo consigo un agudo desequilibrio social. A la carestía de la finca raíz y de la vida en general se sumaron los fenómenos de una ciudad que frenó bruscamente la construcción y que, por no tener industria pesada, no pudo ni ha logrado dar trabajo a una inmensa población cesante. Armenia es una de las ciudades más caras del país.

Vale la pena analizar los anteriores datos, que dejan mucho que pensar. Se encuentran en ellos, así sean tratados en esta forma superficial, explicaciones sobre las dramáticas circunstancias que gravitan alrededor de un centro sin duda pujante, pero lleno de dificultades.

La Patria, Manizales, 26-X-1980.

 

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Después de las fiestas

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Acaso el mayor problema de la diversión consiste en que hace perder el ritmo de la vida y a veces la noción del trabajo. Lo cual, de otro lado, resulta un paréntesis saludable pa­ra aislar las asperezas del duro batallar.

Armenia ha realizado grandes festividades, con orden, altura, variedad de programas y representación popular. Parece como si nada se hubiera olvidado para que el pueblo pudiera divertirse a bajo costo. Nunca habíamos visto tanta profusión de actos culturales y tanta gente participando en ellos.

La esencia la puso la cultura. Una cultura que se extiende no sólo al realce en sí de los valores intelectuales de la región, a la difusión de la música nacional y a la presencia de figuras eminentes como Jorge Robledo Ortiz, Rodrigo Correa Palacio y Jorge Villamil, sino a las demostraciones de urbanidad y efusión de que hicieron gala los armenios. Es una manera de irradiar con simpatía y provecho la imagen de esta tierra cálida.

Grabado en el bronce perdurable ha quedado el soneto de Carmelina Soto dedicado a Armenia. Es como si el bello poema hubiera sido fundido en el propio co­razón de la ciudad. Creo que por su simbolismo y proyección es el gesto central de las fiestas. El gobernador Silvio Ceballos Restrepo supo interpretar el sentimiento del pueblo y motivar a las generaciones futuras para que cuiden las expresiones del espíritu. De igual modo merecen mención las condecoraciones impuestas a dos intelectua­les de la ciudad, lo mismo que el aplauso cívico a uno de los más caracterizados servidores de la comunidad.

La llegada del segundo canal de la televisión es un he­cho destacable tanto por el beneficio en sí de este enla­ce, como por difundirse a los cuatro vientos la importan­cia de nuestra progresista región.

No siempre el pueblo había tenido facilidad para lle­gar a los espectáculos. Los licores y las boletas fueron controlados. Hubo sana alegría y además alegría económica. No ocurrió el me­nor incidente de sangre, cosa extraña en esta cita de multitudes, pero apenas consecuente con las medidas tomadas por las autoridades municipales y de policía.

Hay, en resumidas cuentas, un balance positivo que se debe, en primer lugar, al inteligente alcalde Hugo Gómez Gómez, y a la dinámica directora de Fomento y Turismo Nhora Villegas de Gutiérrez.

Después de las fiestas, a trabajar… Hay mucho por hacer. Se han despertado el sentido cívico, la vi­gencia de la cultura y el propósito de hacer una Arme­nia mejor. Esto último representa el mejor epílogo para la ciudad que ha tomado conciencia de sus propor­ciones.

La Patria, Manizales, 22-X-1980.

 

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Compromiso contra la corrupción

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En reciente entrevista radial se le preguntó al doctor Carlos Lleras Restrepo su pensamiento sobre el sentido de los partidos, cuando ninguna diferencia de programas se nota frente a los problemas nacionales. Él contestó que, existiendo diversos matices en la organización de los partidos, los hombres se encargan de desviar la aplicación de las normas de trabajo.

Y pidió que, sean cuales fueren las matrículas de quienes dirigen la opinión pública, se haga un compromiso contra la corrupción. Es, por lo demás, la ya conocida postura de quien desde hace mucho tiempo viene luchando por depurar las costumbres de esta nación que cada día se entrega más a las mafias porque se ha olvido del sentido de vivir decentemente.

Esta voz clamorosa del doctor Lleras Restrepo parece perderse en el turbión de la vida arrebatada que se ha convertido en la pauta de los tiempos modernos. El carácter no se educa porque es más lisonjera la idea de los ambientes cómodos, pintados de tentadoras provocacio­nes, que la vida esforzada, donde hay que luchar para preservar el decoro. Y el decoro es para la mayoría un don caduco.

La gente ha olvidado los principios éticos. Pero no se olvida de enriquecerse a toda prisa y a como dé lugar. Vivimos en permanente venta de la conciencia. La corrupción mina todos los ámbitos, hasta los que antes se consideraban invulnerables. Los políticos deben transitar caminos sinuosos para conquistar los vo­tos que de otra manera no hubieran sido espontá­neos. Después se van en alegres excursiones turísticas pagadas por el mismo pueblo que los eligió, pero no au­torizadas por él. Mal puede autorizarlas, si esto significa el olvido de las angustias populares.

Contra este estado pide el doctor Lleras una alianza. Pero apenas se escuchan y se escucharán voces tenues, de esas que no tienen muchas ganas de hacerse sentir. Es un melancólico cuadro de decadencia que oscurece el panorama de Colombia. En la administración públi­ca no hay motivadores eficaces para cambiar de hábitos.

El «serrucho», herramienta siniestra que se volvió un símbolo de nuestras desgracias, cercena las profundidades del alma. Aún quedan, por fortuna, personas preocupadas por la moral, pero sus banderas se pierden por falta de seguidores. Aquí debe reconocerse la presencia de un virus violento que se niega a rendirse.

La concentración de riquezas en poder de una casta privilegiada, mientras las grandes masas escasamente logran subsistir, pone de presente un gran desequili­brio contra el que nuestros legisladores y políticos debe­rían luchar, si realmente son abanderados de la justicia social.

La Patria, Manizales, 23-X-1980.

 

Arremetida de las alzas

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El bus ha subido en dos años el 130 por ciento. La ga­solina en esos mismos dos años, el 270 por ciento. La pregunta es obvia: ¿Cuánto se ha encarecido el costo de la vida? Si nos atenemos a las conclusiones del Dane, apenas el 50 por ciento. Pero la realidad es distinta.

Todos los colombianos saben que el producto más sensible para empujar la carestía es la gasolina. Las alzas van enlazadas. Si la ga­solina ha subido el 270 por ciento, piénsese en las rea­les repercusiones de estos impactos.

La conocida explicación de que la gasolina es en Co­lombia un artículo barato y que la guerra del petróleo en el mundo determina reajustes razonables, es válida, pero su realidad se vuelve explosiva. Se acaba de decretar un nuevo reajuste, en esta recta final que es de por sí de especulación, y desde ahora nos ha­llamos ante el sombrío panorama decembrino. Si di­ciembre es por tradición mes de sacrificios, este año lo será mucho más.

Todos los artículos, aun antes de oficializarse los nue­vos costos, ya habían cambiado de precio. El anuncio incierto de que se aproximaban nuevas tarifas encareció la vida. Cuando se promulgó la medida oficial, la canasta familiar, que es la más vulnerable, tomó ma­yor altura.

No habrá renglón que se quede sin reajustar. Toda la economía se mueve cuando el transporte se encarece. Y como los salarios pierden cada vez mayor capacidad de compra, por más reajuste que tengan, el cinturón de la resistencia no va a tener a dónde correrse. Al pueblo se le pide comprensión, pero esta no basta. ¿Quién frenará, de aquí en adelante, la ola de especulación?

Volverá a revisarse el salario mínimo. Las peticiones laborales incrementarán con nuevos y audaces puntos sus intentos reivindicatorios, y algo habrán de conseguir, pero ya para entonces existirán otros hechos que disminuyen las llamadas conquistas del trabajo.

La industria y el comercio empujan a su vez la ola alcista, porque son los más afectados con cualquier modificación de precios. Todo va desembocando en el bolsillo del consumidor final, o sea, el pueblo. La inflación libra una guerra frontal, y las autoridades monetarias acudirán a conocidos y trajinados sistemas restrictivos para castigar los abusos. Los abusos de todas maneras son incontrolables, por más drasticidad que se practique.

El impacto social del alza en los combustibles debería analizarse mejor. El bienestar de los hogares se perturba con estos remezones, y el pueblo, que no sale del asombro cuando tras un alza llega otra, mira con desconcierto su ya insostenible situación de penuria.

La Patria, Manizales, 24-X-1980.

 

Alfredo Rosales, un luchador

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hizo de la lucha su sistema de vida. Nunca transigió con la pequeñez y se rebeló contra las conductas proclives. Se le vio batallando con decisión dentro de su periodismo moralizador, y no fue la suya  posición cómoda, por lo mismo que criticar los vicios sociales es cruzada para valientes. La conciencia,  empero, de quien se sabe abanderado de causas justas recompensa lo que de ingrato se recibe por el duro papel de censor.

Conservó una actitud erguida ante los comportamientos equívocos. Combatía los males de frente, con rigor y con nobleza. El crítico social vivirá siempre solitario en medio del tumulto. Quienes lo admiran, lo hacen en silencio y suelen no exponer nada de su pellejo.

El tiempo borra la memoria de muchas cosas. En el caso de Alfredo Rosales habrá que recordar que fue él quien empujó en Armenia el periodismo audaz, al margen de las ventajas personales y con la bandera en alto por la moral, que no puede entregarse por fáciles prebendas.

En 1940 fundó a Satanás, periódico combativo que se metía con habilidad, con gracia y con ojo escrutador en cuanto enredo municipal debiera vigilarse. Fue el primer presidente del Círculo de Periodistas y le dio honor al gremio, que apenas comenzaba a existir.

Era un periódico inquieto, algo quisquilloso, de cuernos afilados, independiente y temible. No era ni suntuoso ni rentable. Se movió dentro de soberana pobreza, esa que dignifica y ayuda a vivir. Algunos lo despreciaban, creyéndolo insignificante, pero le temían al tridente demoledor.

Fue, sin duda, un apóstol del periodismo. Recibió ofensas y sinsabores. Pero permanecía recto en su tribuna de bien. Como luchador que no se entrega en  ninguna batalla, proseguía con ánimo renovado después de los descalabros. El traspié económico o la desilusión espiritual lo ayudaban a mirar más lejos.

Así se mantuvo, sin examinar demasiado su propio peculio. El periodismo lo dejaba cada día más pobre, pero él se sentía satisfecho de estar contribuyendo al progreso de la comarca que había adoptado como su segunda patria chica. Había llegado de Toro (Valle), y bien pronto encontró aquí amigos y ambiente para quedarse casi de por vida. Cuando el periódico no podía más con sus cifras estrechas, cerraba la casa y se iba a Bogotá, donde alguna ocupación de mejor rendimiento le permitía enjugar las pérdidas, para regresar, al ca­bo del tiempo, con su Satanás a cuestas.

En esta guerra contra la indolencia de los núme­ros salía siempre victorioso. Si su pequeña empresa, una empresa casi ambulante, recomponía sus finanzas, Alfredo Rosales fortificaba el espíritu. No le importaba recorrer distancias ni desafiar incomodidades.

Con el material viajaba a Bogotá, Cali, Manizales, a donde fuera, y solía pelear con las imprentas por lo incumplidas y poco accesibles. Esa era su lucha íntima, su razón de ser.

Armenia no sabe hoy cabalmente que ha perdi­do a un gran hombre. Su tránsito terrenal fue discre­to y alejado de toda ostentación. Trabajó con senti­do de entrega por el civismo que suele maltratar.

Deja un formidable archivo gráfico que ojalá se aproveche como riqueza de la ciudad. Y formó una familia de principios. Cuando se declaró definiti­vamente cansado, porque la labor resultaba ya agotadora, traspasó su periódico y se marchó en si­lencio a Bogotá, donde lo sorprendió la muerte siendo jefe de publicaciones de la Superintenden­cia Nacional de Cooperativas.

En este frente editó el libro titulado Conozcamos el sistema cooperativo, de reciente apari­ción, y se le vio jubiloso por haber logrado cum­plir su viejo anhelo. Era experto en cooperati­vismo, rama de la que se alejaba de tiempo en tiempo para no dejar enfriar a su diablo inquisi­dor. Así se identificó con la vida y con la sociedad este bravo luchador que entrega lecciones de dignidad y constancia que servirían para que otros aprendan a ser útiles.

La Patria, Manizales, 21-X-1980.
Satanás (editorial), Armenia, 1-XI-1980.

 

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