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Cuentos del amanecer

domingo, 16 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Otro éxito dentro del género de la literatura infantil se apunta Hernando García Mejía con esta hermosa obra, pu­blicada por la editorial Bedout en su serie de bolsilibros. Pocos son los autores que en el país cultivan el cuento para niños, y sobre todo que saben llegar a ellos con la delicadeza, el lenguaje apropiado, la fábula sencilla y formadora que exige esta literatura. La mente del niño, que es un libro abierto donde por lo general no se escribe adecuadamente, necesita motivos aleccionadores para recorrer sin deformaciones la etapa peligrosa de los primeros años, en la que el mundo penetra desbordado y crea traumas o moldea la personalidad.

En este campo, Hernando García Mejía avanza con pulso firme y exhibe trabajos afortunados que lo consagran como uno de los fabulistas con más acceso al mundo de la niñez. Antes fueron Cuento para soñar, Rosa  de Navidad y La estrella deseada, los cuales, junto con éste que ha llegado como regalo navideño, se integran al propósito muy identificado en él de divertir a los niños despertándoles la mente. Sus cuentos dejan enseñanzas, por lo general filosóficas.

Sus narraciones tienen algo en común y es el final alegre con que las remata. Si de pronto se hallan tristezas, bien clara se ve su intención de mover el sentimiento para que el niño (y también el adulto, que se vuelve niño cuando posee alma sensible) establezcan normas de comportamiento.

Hernando, que también es poeta con obra que lo respalda, maneja cuerdas sutiles que imprimen en sus personajes tonos mágicos de belleza. Le gusta crear figuras de animales,  sin duda convencido de que el perro, o el caballo, o el gorrión, o el pez, representan atractivos magnéticos, por lo humanos y  simbólicos, en la comunión del hombre con el mundo externo.

En la misma forma exalta seres de la vida corriente, como el jardinero, Pedro Rotos, Vitalino Carramplones, el espantapájaros (la mejor narración de esta serie), dándole contornos ideales al rutinario existir.

Diríase, después de leer sus libros con entusiasmo, como lo he hecho, que hay en este autor caldense (de Arma) el propósito fijo de llegar incluso a pasajes de aparente ingenuidad, con tal de que el niño viva el momento, el ambiente de sus emociones. No es, por cierto, ingenuidad de los temas, sino que se ejecuta esa complicada técnica de forjar con simplicidad el mundo de cada cual.

Si vivimos rodeados de asperezas, de mediocridades, de crisis de las limpias maneras que hacen hermosa la existencia, podríamos, quienes somos responsables de pequeños seres expectantes, procurar para ellos una juventud más gozosa y más sana. Estas incursiones de Hernando son caminos para hallar alegrías y esperanzas, para formar el espíritu y señalar derroteros, para despertar, en fin, el interés por los hermosos valores del diario discurrir por este planeta de locos.

Tal es lo que, alejado de vanas pretensiones y esquivo a las torceduras de la publicidad, realiza silenciosamente Hernando García Mejía. Ese es su mundo mágico, su sentido de ser. Es una joven vocación que ya ha plasmado obra sustantiva y que llegará mucho más lejos, impulsado por su exigente norma de lector y escritor perseverante.

La Patria, Revista Dominical, Manizales, 28-II-1982.

 

 

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