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Nueva Alcaldía de Armenia

domingo, 2 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Alberto Gómez Mejía, brillante inteligencia que ha demostrado amplias capacidades, llega por segunda vez a la Alcaldía de Armenia animado por los mejores propósitos de servicio.

Representael símbolo de una generación que irrumpe en la vida nacional con el reto de tomar las posiciones de mando para demostrar que también la juventud puede emprender obras positivas. Dijo de entrada que su generación se caracteriza por el deseo de servir. Esto, en su caso, es mucho más que un simple saludo de posesión. Para poner el sello que con tanta auten­ticidad suele distinguir sus actos, designa de colaboradores a un equipo de jóvenes y de esta manera ratifica su intención de inyectar sangre nueva a la compleja ma­quinaria municipal.

La ciudadanía recibe de buen modo, y con las naturales reservas, aunque con el sano optimismo que rodea todo comienzo, este cambio de fórmula en los destinos municipales. Es un paréntesis en los derroteros de la ciudad, de esta afanosa ciudad en marcha que sigue mirando al futuro con nerviosismo y que ojalá no se detenga en los tiempos pretéritos, para proseguir el camino con nuevos bríos.

Armenia tiene derecho a esperar que, si los augurios son buenos, las realizaciones sean mejores. La gente está cansada de escuchar, en cada cambio de estilo, el anuncio de largas promesas que se quedan truncas o no se emprenden.

Alberto Gómez Mejía, que tiene la virtud de la síntesis, y acordémonos que en su columna periodística Dos Minutos ha dado ejemplo de concreción, expone  apenas unas pocas ideas para llevar a la práctica. Las indispensables para un período que debe abarcar solo lo inmediato, para no enre­darse con planes utópicos, o demasiado lejanos, que no caben en un plan­teamiento razonable.

Tiene, por lo pronto, un horizonte estrecho en las finanzas municipales, y esto es ya bastante reto. En días pasados se quejaba el tesorero de la insuficiencia, para no llamarla bancarrota, en que se hallaban las arcas municipales para atender los compromisos con los bancos y el comercio. No parece, con todo, que una exigencia inmediata de tres millones que anunció el tesorero deba convertirse en freno para la marcha de un municipio como el de Armenia. Habría que pensar, más bien, que hay ingresos que no se recaudan, o prioridades que no se establecen, o gastos que no se controlan, o un engranaje, en fin, que no funciona.

Tres o cuatro frentes que se revisen serán suficientes para proyectar una obra de gobierno. El señor Alcalde sabe, por fortuna, dónde aprieta el zapa­to. La Oficina de Valorización, ella sí en la bancarrota y carente de dinámica para empujar el desarrollo urbanístico, representa quizás el mayor dolor de cabeza. Las Empresas Públicas, sometidas en el momento a un agudo conflicto laboral que está pagando todo el vecindario, afrontan las dificultades de una ciudad que crece todos los días y no previó los medios para atender la expansión.

Este equipo de jóvenes demostrará de lo que es capaz. Los problemas son muchos y el tiempo acosa. Cuando los pueblos crecen y se vuelven ciudades, una manera de envejecer, se requieren terapias vigorosas para que no se desborden. Tal parece que Armenia, ayer apenas adolescente, tiene deseos de ser grande. Todo crecimiento, como el de las quinceañeras, trae sorpresas.

Sean bienvenidos el ilustre Alcalde y sus colaboradores. Caras jóvenes, voluntades resueltas, ánimos de servir. La ciudad los recibe con beneplácito y les acepta el reto de sacarla de apuros.

Satanás, Armenia, 5-III-1977.

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Misiva:

Quiero agradecerle sus amables palabras publicadas en el semanario Satanás. Sus opiniones me comprometen verdaderamente por cuanto que provienen de uno de los dirigentes intelectuales más influyentes en nuestra región. Trataré de estar a la altura del deber histórico y aspiro a contar con su colaboración, y a brindarle la mía, con toda generosidad. Alberto Gómez Mejía.

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