Inicio > Revistas > Revista Aleph

Revista Aleph

sábado, 8 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Rara vez un ingeniero siente vocación de humanista. Las matemáticas son una ciencia precisa y rigurosa que, por lo frías, prácticamente son incompatibles con la literatura. La mente del matemático, formada entre logaritmos y precisiones milimétricas, no se acomoda fácilmente al cultivo de las letras. No es lo mismo hacer un edificio que escribir una novela o un poema. Ambas obras son de altura, pero tienen ingredientes distintos.

La mente del literato exige flexibilidad y no está regida por conceptos fijos. Es por esto sorprendente hallar a un ingeniero dirigiendo una revista cultural. Casi es tan extraño como el escritor que además construyera trazados de ingeniería. El hecho, por lo singular en cualquiera de los dos casos, es relevante.

Una hazaña cultural

Carlos Enrique Ruiz, ingeniero civil, orienta en Manizales una excelente publicación de estricto tipo cultural, nacida en 1966 y que luego de algunos recesos ha llegado a sus treinta ediciones. Aleph es un símbolo matemático.

La idea de los fundadores de la revista, un inquieto grupo de estudiantes universitarios que hoy deben de ser profesionales respetables, fue crear un órgano que conjugara las ciencias, la técnica y las humanidades como soporte del progreso. La primera carátula fue dedicada a Albert Einstein y trajo unos materiales «contrastados» que indicaban el propósito, acaso todavía incierto, de fundir la cabalística con las humanidades para buscar la supervivencia de la cultura.

De aquel grupo queda Carlos Enrique Ruiz, profesional de la ingeniería que no ha salido de los predios universitarios, ahora desde el área docente, como catedrático de la Universidad Nacional en Manizales. La revista subsiste gracias a su tenacidad, a sus inmejorables condiciones de hombre batallador de las ideas. Aleph representa una bandera, un derrotero por la superación del hombre.

Cada número constituye una hazaña económica. Lo primero que hice al caer un ejemplar en mis manos fue buscar los anuncios comerciales, no porque estos me importen un bledo, sino para identificar a los patrocinadores de la cultura, cada día más ausentes. La revista no cuenta con apoyo económico  oficial ni privado. Esto es enaltecedor, desde luego, pero… ¿cómo se sostiene la revista? La financiación corre por cuenta de ciertos mecenas, que todavía no han desaparecido de este planeta tan materializado, con suficiente quijotismo –y don Quijote, después de Cristo, es salvador del mundo– para no naufragar en estas corrientes de la apatía cultural.

Asociados en el arte

Oigamos estas palabras en boca del director: «Esto será posible si logramos reunir dineros suficientes para asumir los costos. ¿Cómo conseguirlo? Se ha sorteado un tapiz donado por su autora, la artista argentina Anielka Gelemur-Rendón, con resultados relativamente satisfactorios, en cuanto a las finanzas de las aleph 29 y 30. ¿Y lo otro? Veremos».

El último número, que contiene cultura de pasta a pasta, atestigua la vigencia del postulado inicial. La carátula es un dibujo a lápiz de un muchacho con expresión indescifrable, signo del mundo contemporáneo, de Merceditas Mejía de Bolaños, dibujante, pintora y ceramista. Hay un manuscrito autógrafo del escritor uruguayo Mario Benedetti y una entrevista que le hace el director. Otro manuscrito autógrafo del poeta-folclorista argentino Atahualpa Yupanqui, en su paso por Manizales.

En páginas centrales y en papel de honor está el bambuco Nostalgia, en pentagrama, de Ramón Cardona García, músico y compositor caldense, muerto en 1959, una de las figuras grandes de la expresión musical del país. Ligia Alcázar, escritora centroamericana, esposa del poeta colombiano Jorge Artel, escribe un poema en la contracarátula. Es como un susurro, como una rúbrica para rematar el material selecto.

En torno al folclor

Y como tema de investigación está el pensamiento de cuatro eximios escritores nacionales, oriundos del Viejo Caldas: Jesús Mejía Ossa, Octavio Marulanda Morales, Euclides Jaramillo Arango y Julián Bueno Rodríguez, en torno al folclor: su filosofía, su actualidad y sus aportaciones, Son cuatro trabajos maduros, de amplio vuelo y enjuiciadores de una realidad cultural tanto en América como en Colombia y en el Viejo Caldas. Se repasa la cultura de estos tres departamentos que han aportado signos valederos dentro del acervo nacional. Hay un inventario de escritores, artistas, promesas regionales, y un enjuiciamiento crítico de los nuevos tiempos y sobre todo del futuro, que es de reto.

La noción del folclor no siempre precisa su verdadero alcance. Hay quienes confunden lo cursi, lo populachero, con el alma del pueblo. El folclor es el conjunto de las tradiciones y las costumbres de un país, con sus poemas, leyendas, modos de encarar la vida. Es tema extenso que se aborda a veces sin ningún bagaje, como sí ocurre por parte de los escritores invitados y del director de la revista.

Voces respetables

Veamos algunas opiniones sobre el folclor, recogidas en Aleph:

«Nuestras raíces están en el legado de civilizaciones anteriores, en los secretos que aún guardan los indígenas recostados en la montaña, donde siguen siendo el alma ritual y cantora de la naturaleza» (Carlos Enrique Ruiz). «El folclor, como sociología de lo cotidiano, se manifiesta en el hacer, en el pensar, en el decir de ese mismo pueblo. En todo aquello que tiene vigencia tradicional y hondura de tiempo por generaciones»(Jesús Mejía Ossa).

«La cultura para Colombia debe empezar desde la escuela, por no decir desde la cuna; debe tener su alborada en los arrullos maternos, en las rondas, en los juegos. El niño que no es sensibilizado para el arte desde los primeros años, pierde flexibilidad espiritual y emocional para sentir la música, la pintura, la danza, la poesía y todo cuanto tenga que ver con la percepción estética» (Octavio Marulanda Morales).

«La gente está convencida de que el folclor no existe sino en música. Nuestra televisora, por medio de animadores ignorantes en grado sumo, se ha encargado de llevar a los colombianos una permanente infusión entre lo folclórico y lo popular. Una de estas animadoras, la más bonita pero la más ignorante, supongo, nos dijo en estos días: ‘En el próximo programa vendrán los niños a hacernos folclor’ (sic), como quien dice, a enseñarnos a hacer pan-de-queso. Como si el folclor se fabricara como fabricar tiraos» (Euclides Jaramillo Arango). «El hombre es libre en la medida que se descubre a sí mismo y se proyecta con fuerza hacia afuera, al tiempo que devolviéndose al pasado para escudriñar sus herencias culturales se lanza hacia adelante, y contribuye así a la liberación de los demás» (Julián Bueno Rodríguez).

El motor de la provincia

La verdadera cultura nace en la provincia y emigra a los centros, donde por lo general termina sofisticada, mientras lo realmente vernáculo continúa conservándose intacto en su fuente de origen. Aleph es un motor de la cultura regional. Esto sólo justifica su existencia. Pocos, en realidad, se dedican a defender y propagar el patrimonio de los pueblos. A los más les gusta irse por las ramas, por lo frondoso, descuidando las raíces. Lo auténtico está en la provincia colombiana.

Carlos Enrique Ruiz, una mente inquieta que se va a lo hondo de nuestros problemas, propone en su revista temas controvertidos, para sopesarlos y digerirlos. No hay duda sobre la calidad de sus debates. Este órgano bata­llador del pensamiento es una de las mejores revistas culturales de la actualidad colombiana.

Algo más que un signo matemático

Todo esto, y mucho más, pone de presente lo que es Aleph, la revista fundada hace trece años en los re­cintos de una universidad de provincia. No quiere salirse de su esencia universitaria, porque el saber no podrá desvincularse nunca del terreno investigativo. Pero no es afectada, y además es accesible a todos. “La entendemos –dice su director– como un órgano de provincia, sin ambiciones del saber metropolitano, ni poses de genialidad, no alineada a vertientes del pensamiento que hoy disputan su prevalencia en terrenos no propiamente culturales».

Habrá que agregar, para rematar, que universitario no es solo el que estudia en una universidad, sino también el que rastrea la universalidad del conocimiento. Ya se ve que Aleph, con su referencia borgiana, es algo más que un símbolo matemático.

La Patria, Manizales, 13-VII-1980.

 

Categories: Revistas Tags:
Comentarios cerrados.