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El deterioro urbanístico

domingo, 16 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Habrá que insistir hasta el cansancio en la necesidad de no permitir el deterioro de Armenia, si es que en realidad se quiere una urbe progresista. El progreso no admite huecos en las calles, ni andenes incompletos, ni casas en ruinas.

En pleno centro comercial existen numerosos lotes de engorde en los cuales deberían levantarse modernos edificios. El estilo consiste ahora en tumbar la vieja construcción y destinar el sitio para parqueo de vehículos, simulando un servicio a la ciudad. La verdad es bien diferente. Su propietario prefiere el lucrativo negocio del parqueadero, mientras la ciudad se queda rezagada en su dinámica constructora.

Otros, que ni siquiera hacen esfuerzo alguno para administrar un parqueadero, cercan el lote y esperan una valorización superior, como si ya no se hubiera llegado al tope en el precio de la finca raíz. Se necesitan de todas maneras parqueaderos, pero no en lugares que por su privilegiada situación exigen construcciones a la altura de la ciudad moderna.

Se echa de menos, en cambio, la iniciativa de levantar edificios para parqueaderos, como existen en otras ciudades. Así, Armenia conservaría mayor armonía y eliminaría los sitios vacíos que ahora la hacen ver desaliñada. Nos acostumbramos a hacer las cosas incompletas.

El pavimento fue removido dentro de los programas del acueducto y los teléfonos, y así permanece, en no pocos sectores, como testimonio de la improvisación. No es admisible, por ejemplo, que en la Avenida Bolívar se encuentre una franja abierta en calzada que obliga a los vehículos a detenerse para salvar el obstáculo. Es un deterioro en la vía pública, y para completar, en la principal arteria de la ciudad, que lleva meses sin que las autoridades se preocupen por solucionarlo.

Cuando se permite el degeneramiento de las cosas, los problemas cogen ventaja. Con mayor energía municipal no se verían arrumes de materiales en las calles, ni postes caídos, ni andenes inservibles. Tampoco existirían el desaseo ni la ordinariez. Los recipientes de basuras dejaron de prestar utilidad pública porque faltan campañas que hagan surgir el civismo tan de moda en otras épocas.

La ciudadanía responde a los llamados que se le hacen con inteligencia. Más que amenazas, faltan líderes comunales que se encarguen de interesar a la gente para que cuide su ciudad.

Si Armenia ha llegado a la crisis que hoy afronta en los servicios públicos, también es fácil que llegue al descuido de sus buenas costumbres. Conforme se deja abandonada una fachada, más tarde se consentirá en el derrumbe de toda la edificación. Hay que reaccionar contra el deterioro urbanístico. Lo importante  no es manejar una urbe apresurada, sino sortear los problemas con tino y ánimo futurista.

La Patria, Manizales, 18-I-1981.

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