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Ahora a trotar, señor Presidente

lunes, 17 de octubre de 2011

Humor a la quindiana

Por: Gustavo Páez Escobar

Fui uno de los miles de colombianos alborozados que siguió paso a paso los actos de esta posesión presi­dencial que tantas esperanzas per­mite abrigar para el futuro de la patria. Creo que no hubo un solo compatriota ajeno al arranque del nuevo país. Y es que Colombia, señor Presidente, no resiste más y se ha propuesto, bajo las orientaciones que usted le ha señalado, romper sus vicios y conquistar días mejores.

La consigna del momento es tra­bajar más para producir más. Se comenzará por sacar a los pillos de la administración, o sea, por desinfectar la casa. Es la cruzada más urgente y la más importante para que comen­cemos a ver un nuevo amanecer. Por lo pronto, el 99 por ciento de la nómina está temblando. El resto, o sea el justo del Evangelio, supone que le ha llegado la hora.

Como la moral es contagiosa, hoy tienen ganas de ser honestos hasta los pícaros. Usted verá, doctor Betancur, si hace borrón y cuenta nueva y les permite a todos, a justos y pecadores, medir sus fuerzas para demostrar quiénes son más honrados. Al fin y al cabo usted ha levantado la bandera blanca de la paz para que todos tengan la oportu­nidad de lavarse las manos y purifi­car la conciencia.

Con una condición: que si no mar­can el paso, ¡fuera!

A las puertas de esta adminis­tración que se proclama honesta y laboriosa está tocando un ejército de ciudadanos pulcros, trabajadores, despolitizados, con deseos de lucirse. Sólo esperan que usted les cumpla lo que les prometió en la plaza pública. Ellos son los llamados a implantar un nuevo estilo de gobierno. Que no será entre festines y bailoteos, sino entre austeridad y producción.

Pero mucho me temo, señor Pre­sidente, que el telón de servilismo y de lisonja que se tendió desde que usted abandonó su sencillo Renault-4 y penetró a la casa de Gobierno, le va a oscurecer la mirada. Ha ingresado usted al enorme palacio de la sole­dad, donde todo llega a medias, cuando llega.

Y donde abundan los aduladores y los afanosos simpati­zantes de última hora que pretende­rán falsificarle el país. Parece, sin embargo, que usted tiene buen olfato y mejor ojo clínico para distinguir la verdad y desnudar la mentira. Ya dio ejemplo de independencia y de sobe­ranía para no dejarse manosear en los momentos embriagantes del triunfo.

Como hoy todo el mundo es belisarista, el peligro es mayor. Que si lo fueran de verdad, todos serían hon­rados y laboriosos, las dos condicio­nes básicas para recomponer al país. Ha comenzado la era de la esperanza y la transformación, y usted, un paisa aguantador y cabe­ciduro, no va a resultar inferior al reto nacional. ¡Cuidado con defrau­darnos, Belisario, le gritan sus paisanos desde Amagá, y a esta advertencia nos unimos todos los colombianos! Se dice que si ahora no se salva Colom­bia se habrá perdido una oportunidad histórica. Mejor dicho: si usted no nos salva, ¿quién podrá defendernos?

Comenzó por escoger buena gente en las posiciones de mando. Son personas bien calibradas para esta emergencia nacional. El país, señor Presidente, es el buey cansado de que habló el doctor Lleras Restrepo cuando agui­joneó a su propio partido. O el país descuadernado, que así también lo definió él cuando lo estaban descuarti­zando. Me refiero a Colombia, pues el doctor Lleras sale por fortuna ín­tegro de sus luchas y está dispuesto a colaborar con usted en esta inapla­zable campaña de la moral y el rendimiento.

¡Pobre Colombia la nuestra, tan maltrecha y sufrida! ¡Pobre país de gente honesta, vejada por unos cuantos pajarracos que por poco nos destrozan! ¡Pobres de nosotros los pobres, víctimas de los abusos, del salario resignado, de la voracidad tributaria, mientras los poderosos ensanchan sus tesoros y niegan su contribución! ¡Pobres los sin casa, los sin acceso a la universidad, los ausentes del trabajo, los huérfanos de la protección oficial…!

Ahí tiene, señor Presidente, lo que usted buscaba. Le ha llegado su hora. También a Colombia. Ahora… ¡a trotar! Hay que cambiar el baile por el trote. Hay que parrandear menos y luchar más. Hay que cambiar de trago y de caminado. Es un país con tantos apremios, que lo tendrá a usted trotando durante cuatro años. La ventaja es que todos los co­lombianos queremos trotar, sudar, producir… A los pícaros, a los poli­tiqueros, a los sin ley, les sudará la conciencia. Si quieren portarse lim­piamente, que busquen el camino correcto.

Trotarán los ministros, los gober­nadores, los gerentes de institutos. Si no lo hacen, ¡fuera! Trotarán los auditores, los pagadores, los contra­tistas, los verdugos de los impuestos. Si no se ganan honradamente el pan de cada día, ¡fuera!

Trotarán los jueces, los magistrados, los inspec­tores de policía. Si ellos siguen soltando a los delincuentes, que pasen a ocupar sus celdas. También trotarán el superintendente bancario, el contralor, los presidentes de los grupos financieros, y hasta el cardenal, su amigo, encargados todos de vigilar las costumbres y depurar el ambiente. Y como a usted le gusta madrugar, ya verá que toda Colombia madrugará.

Así respiraremos mejor y rendiremos más. Trotar es saludable para la salud física y la salud de la patria.

El Espectador, Bogotá, 17-VIII-1982.

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