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Invasión de mujeres

lunes, 17 de octubre de 2011

Humor a la quindiana

Por: Gustavo Páez Escobar

Diríase que es un gobierno de mujeres. Nunca antes la mujer se había visto en tanta abundancia ni tan bien representada. El presidente Betancur la exaltó al llevarla al mando y la puso a madrugar, una manera de premiarla y castigarla al mismo tiempo. Pero madrugar le sienta bien para conservar buena silueta y mantenerse despierta.

Al acto de posesión masiva de las ocho viceministras no alcanzó a llegar Elvira Cuervo de Jaramillo, la de Desarro­llo, y alguien, para justificarla y evitar que se dispusiera de su cuota, comentó: «Las mujeres siempre son demoradas». Y el vecino agregó: “Lo importante es que el desarrollo del país no se demore».

No se demorará. Las primeras medidas económicas están en hervor. Sólo faltaba la inspiración de la mujer. Si doña Elvira llegó tarde a su posesión fue por culpa de algún mechón rebelde o del roto en la media que siempre se descubre a última hora. En cambio, doña Leonor Montoya, la de Hacienda, había terminado su maquillaje una hora antes de la cita histórica.

Ya el equipo de viceministras fun­ciona a plena marcha. Eléctricas, apuestas, nerviosas para el servicio del país, se presentan todos los días muy puntuales a sus despachos y en media hora ya han hecho cinco lla­madas telefónicas, revisado seis ho­jas de vida y dictado tres cartas. Bien se comprende que ni las llama­das son de costurero, ni las hojas de vida son de artistas de cine, ni las cartas son de amor.

Nos hallamos ante todo un ejército de ejecutivas, damas emprendedoras, briosas, ca­paces de transformar al país con su feminismo y su don de mando, dos condiciones que a veces se dan juntas y suelen trastornar a los maridos. El señor Presidente pide gracia y auto­ridad para mover el paquidermo de la administración. En el hogar debería suceder lo mismo, pero no todos los maridos se resignan a ser subalter­nos.

Siguen apareciendo mujeres, mu­jeres, más mujeres, en todos los engranajes de la vida nacional. Es un esplendoroso matriarcado, al que rendimos honores. En Colcultura se cambió a una mujer agraciada y eje­cutiva, a la que por lamentable olvido el presidente Turbay no alcanzó a condecorar, por otra dama ágil e igualmente.

Gloria, con ocho años de lidiar escritores y de pelear con artistas y miserias pre­supuéstales, ya no daba para otro período. Es cierto que no llegó con más intensidad a la provincia, pero deja obra. Hasta Álvaro Gómez Hurtado, que no la tenía bien cata­logada, terminó elogiándola cuando recibió su cuota de libros: la de los escritores conservadores, que saben escribir tan bien como los liberales.

Aura Lucía Mera, la nueva directora de Colcultura, toma las riendas con presupuesto raquítico, con facturas atrasadas, con protestas acumuladas, con Carmiña Gallo jubilosa, y con ­un padrino inmejorable: Belisario Betancur, que será el primer líder de la cultura nacional.

María Eugenia está metida en la grande, dicen por ahí. Esto de dar casa sin cuota inicial necesita planeación y sobre todo plata. Si falla, se le van los votos. Pero no fallará porque fracasaría el propio Gobierno. Ella es mujer de armas tomar y resiste el desafío. No puede quedar mal con la historia. No se lo perdonaría el general, que en paz descanse.

Leonor Uribe de Villegas, que sabe de campañas sociales y es experta en derecho de familia, acaba de trasla­dar su consultorio sentimental en El Espectador a la propia sede del Gobierno. La única diferencia es que no tendrá tiempo para leer cartas del corazón, y en cambio deberá tenerlo para resolver  problemas oficiales.

Mujeres, mujeres, más mujeres… Ahí tenemos, para nueva muestra, los cuatro palos en las gober­naciones. Beatriz Londoño de Cas­taño tendrá que vérselas en Caldas con los cacicazgos y los revoltijos, llamémoslos inmorales y no simplemente etílicos, de la Licorera. En el Magdalena aparece Sarita Valen­cia Abdala como una sorpresa. Allí la marea es fuerte, y no sólo por el oleaje marítimo sino sobre todo por los contagios politiqueros y los olores de ciertas yerbas.

Margarita Silva de Uribe defenderá en el Norte de San­tander las fronteras patrias. Como el baile en Cúcuta quedó desacreditado, Margarita llevará otro ritmo. En el Valle del Cauca Doris Eder de Zambrano, que dice no saber de política, afirma que hará una buena Gobernación. Sus compe­tidores quedaron bo­quiabiertos, pero luego le dieron la mano. Y están dispuestos a no dejarla nau­fragar.

Se acabó y se excedió el espacio para seguir hablando de mujeres. El tema es eterno y además de gratísimo sabor. Como no soy machista, exclamo: ¡arriba las mujeres! Cerremos la crónica con una sonrisa y una silueta reales: con la presencia de Nini Johanna, la soberana directora de relaciones públicas, por quien úni­camente valdría la pena conocer el palacio de los presidentes. Como quien dice, un ramo de flores después de los afanes de la plaza pública y del polvo de los caminos. Belisario sabe cómo hace sus cosas.

Los maridos, mientras tanto, están aprendiendo oficios caseros. Ya sa­ben lavar platos y despachar los niños para el colegio. Las primeras recetas de cocina fueron un fracaso, pero con una pizca más de sal y algo más de condimento es posible que todos nos volvamos magníficos co­cineros.

Santa Teresa, al igual que los maridos colombianos, co­nocía muy bien a las mujeres y una vez exclamó: «Tengo experiencia de lo que son muchas mujeres juntas” (407 años del gobierno de Belisario).

El Espectador, Bogotá, 1-IX-1982.

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