Archivo

Archivo para sábado, 1 de octubre de 2011

La iniciativa privada

sábado, 1 de octubre de 2011 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Sin perjuicio de traer a cuento otros casos, bien vale la pena analizar los siguientes polos de desarrollo nacidos en Armenia gracias a la iniciativa privada:

 Club de Bolos. En sitio privile­giado sobre la Avenida Bolívar, acaba de inaugurarse un centro social que consulta las más avanzadas técnicas arquitectónicas y que se convierte en es­tupenda obra ornamental para la ciudad. Hace siete años un grupo de entu­siastas ciudadanos tuvo la idea de crear un modesto sitio de diversión dedicado al deporte de los bolos. Cada cambio de local implicaba un mejoramiento del servicio. Puede decirse que esta ac­tividad se mantuvo inadvertida y ape­nas se sabía que en algún sitio de Ar­menia existían unas canchas para prac­ticar dicho deporte.

De un momento a otro comenzó la pica a rebanar terre­no. Para sorpresa general, fue levantán­dose una moderna construcción donde se notaban la laboriosidad y el empeño para regalarle a la ciudad un sitio de sana distracción. Ahí tenemos ahora este Club de Bolos dotado de doce pistas, de piscina, de sauna, de cancha de tenis, de biblioteca, de paisaje y de exquisito ambiente a la altura de cualquier exigencia. Se prueba con ello lo que vale el entusiasmo de gentes emprendedoras, que merecen beneplácito público. Sin ostentaciones y con método, jalonando paso a paso el progreso, estos compañeros de un círculo estrecho, que ahora quedan multiplicados a 400 socios, han dado ejemplo de civismo, y han tumbado bolo, como puede decirse en el argot apropiado.

Pollos Kokorico. La esquina donde funcionó el Banco de la República se ha converti­do en elegante restaurante de esta ca­dena de pollos, que «no tiene presa mala», como se anuncia y como nos consta. El edificio, que no era ningún muestrario digno para una ciu­dad que se remodela a diario, cambió de aspecto en virtud de una bien orien­tada inversión. Es otro aporte sustantivo para el embellecimiento de Armenia. La ciudadanía dispone de un restau­rante ágil y esmerado, con su sarta de llamativos pollos provocando el más exigente paladar. Con pollos y con pollas progresan las ciudades.

Hotel Zuldemayda. Iván Bote­ro Gómez y Silvio Velásquez López no calcularon en toda su magnitud la em­presa en que se habían embarcado. El uno, comerciante de largas ejecutorias, y destacado arquitecto el otro, acome­tieron la tarea de transformar para ho­tel una construcción que se venía que­dando en obra negra y que había sido planeada para otro fin. Se trataba, nada menos, que de le­vantar el mejor hotel de Armenia. Ta­rea titánica, si el proyecto requería no solo una total reestructuración, sino una fuerte inyección de dinero.

No fueron pocos los pesimistas que le negaban posibilidades a la iniciativa. Pero un día salió humo blanco y que­dó plasmada otra realidad demostrati­va del coraje de dos hombres de visión que erigieron uno de los más conforta­bles hoteles del occidente, movidos por su afán de servicio a la comunidad, y sin el apoyo, como era de esperarse, de la Corporación de Turismo, que olvida que no solo la Costa es tierra propicia para el turismo.

Son, por hoy, tres muestras de con­tribución a los destinos de una ciudad en marcha, que aunque reseñados en otras oportunidades, no sobra que se destaquen como un bloque de volunta­des forjadoras de progreso y convencidas de su propia capacidad. El país nece­sita de la iniciativa particular.

 La Patria, Manizales, 20-V-1975.

Categories: Quindío Tags: ,

Caprichos del alfabeto

sábado, 1 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Ser presidente del Senado, cono varias veces lo ha sido el se­ñor Abuchaibe,  es honor que busca la mayoría y que pocos consi­guen. Es la suerte de apellidarse Abuchaibe. Este señor, de sobra conocido en su ámbito regional, por los caprichos del abecedario se convirtió pronto en personaje nacional, con repercusiones al exterior. No todos tienen la oportunidad de ser presidentes alfa­béticos, aunque sus apellidos estén bautizados con los privilegios de la primera letra: No es lo mismo llamarse Aragón o Azula que Abuchaibe.

 El Zuleta o el Zuluaga, para los mismos efectos, no pasarán de ser simples coleros, por más brillantes que puedan ser. El Barri­ga o el Calvo serán apenas lejanos aspirantes, pues la letra A nació prolífica.

 Por fortuna, para equilibrar las cargas en otro campo, a los “másteres” de la Administración de Impuestos se les ocurrió este año establecer diferencias de clase para declarar la renta. Se acudió de nuevo al abecedario, la fórmula salomónica para borrar la sospecha de las discriminaciones. La A y la B tienen plazo hasta el 4 de abril, y la C y la Ch has­ta el 7.

 Por ahí vimos corriendo a última hora a confesar sus pecados tributarios a los Abuchaibes, a los Boteros, a los Caballeros, a los Chaves. En esto de pagar impuestos, las estadísticas o las na­turales presunciones indican que el 90 por ciento somos unos caballeros. Si lo mismo ocurriera con el otro 10 por ciento, no tendríamos que estar pasándole puntos al cinturón en esta emergencia de los desequilibrios.

 Podría pensarse en privilegio para las primeras letras del alfabeto. En modo alguno. Esta costumbre tan a la colombiana de dejar las cosas para el último minuto ha hecho refrescar a los Zuletas y a los Zuluagas, sin darse cuenta de que se les ha ido agrandando la úlcera.

Estos primeros puestos en el turno de emborronar los formularios tampoco resulta, a decir verdad, nada apetecible. A nadie le gusta servir de conejo de laboratorio. Por ahí se ve mucha gente caria­contecida. No dude usted de que el grado de depresión va ahora en proporción a la letra de su apellido. Aunque todos estamos per­plejos; los que ya declararon. por no haber tenido tiempo suficien­te para preparar mejor sus mentiras; y los que no lo han hecho, por haberlo tenido para leer las guías, los manuales o los tratados y darse cuenta de que no hay escapatoria.

Es la guerra del abecedario. Nos sentimos unos más tristes que otros. Unos más resignados. Llenar, de todas formas, el bendito formulario, no debe ser cosa tan simple, si el ministro de Hacien­da tuvo que dedicarle la Semana Santa, con todo y asesor de cabece­ra, para no lograr de todas maneras bajar de $ 78 mil su cuota de tributación.

A declarar, se dijo. Y respete usted el alfabeto. ¡Cuidado con las adulteraciones! Si ha sido siempre Barón de la noble­za, no se le ocurra a última hora volverse Varón del machismo. Si nació Enríquez, no le anteponga la H, por más que no suene ni sirva para nada. Si es Báez, quédese para siempre con el rabillo y no trate de correrse al Páez, el  autor de esta nota que ha gastado largos insomnios pensando si compra la guía de $ 12.oo, o el manual de $ 30.oo, o el tratado de $ 550.oo, para ver cómo declara, en conciencia, la pérdida que le ocasionó su última novela.

No pretenda usted, por otra parte, entender cómo puede sostener­se una familia corriente, y mucho menos la no corriente, con la irrisoria partida que le concede la ley de tributación. Pagar co­legios, buses, arriendos, médicos, consultas del corazón y alzas de todos los órdenes, no es cosa que deban descifrar los cerebros electrónicos.

Bien que mal anote las cifras en el formulario. Procure no equivocarse, pues los errores se pagan. Es el mes de las taquicar­dias. Y que nadie se sienta de mejor familia en razón de su ape­llido. Todos debemos ser buenos patriotas para sufrir emergencias económicas. Hoy por hoy somos una letra del abecedario. Mañana nos convertiremos en una cuenta de cobro.

 La Patria, Manizales, 11-V-1975.

 

Categories: Temas varios Tags: