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Arte

sábado, 1 de octubre de 2011 Comments off
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Josefina Baker

sábado, 1 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Pocos artistas logran dirigir el talen­to hacia fines benéficos como esta ruti­lante negra que hirió el corazón de las multitudes con sus contorsiones volup­tuosas. Mientras los teatros neoyorquinos la rechazan por su aspecto poco sugestivo, ella se impone más tarde en los centros nocturnos de París que la ad­miran como a una deidad extraída de leyendas fantasmagóricas. Estuvo en escena, siempre admirada y jamás olvidada, durante medio siglo.

Ella, como pocas,   sintió a lo largo de su carrera el aplauso que nunca cesa y que llega al fondo del ser con caricias de palmera. Solo en las postrimerías de su existencia quiso descansar de las ovaciones y se retiró de la farándula en un pretendido afán por reposar lejos del bullicio que había despertado con sus revistas.

Se dice de ella que fue la creadora del «strip-tease» que le puso fuego a la vida nocturna parisiense. Sorprendió al mundo con un atrevido número, estre­nado en 1925, en el que vestía sola­mente un cinturón de bananos, revista que se convirtió en piedra de escándalo para una sociedad que comenzaba ape­nas a ensayar el desnudismo furtiva­mente. Pero las expresiones de Josefi­na Baker nunca tuvieron el toque mor­boso de tanta comedianta de la escena barata que confunde el arte con la vul­garidad. Conforme hacía moverse en sus ritmos todo el sabor del trópico, inspiraba la delicadeza de las emocio­nes que solo consigue el «gran estilo». Eso fue, en efecto, Josefina Baker: un gran estilo.

Por su vida cruzaron grandes figuras del mundo, y no de manera accidental, sino entrañable. En la última velada, cuando esta septuagenaria encendió de nuevo las luces del París que no po­día olvidarla, y salió a escena, conservando aún los atractivos que los años no le habían desvanecido por comple­to, se vio rodeada por destacados per­sonajes de las artes, de la política, de la literatura y de ese refinado mundillo social que colma los teatros de la fastuosidad.

«El corazón de Francia ha venido palpitando junto al vuestro «, le expresa el presidente Giscard. Están presentes luminarias como la princesa Grace de Mónaco, Carlos Ponti y Sofía Loren –el indescifrable binomio de la felicidad en la farsa de la farándula–, Alain Delon, Jeanne Moreau.

Josefina murió en su ambiente. Pocos consiguen no salirse de los linderos de su predilección. Muerte privilegiada la de esta negra, diosa de las multitu­des, que se da cita con su mundo, que la lleva en el alma, conforme ella siente arder en sus arterias las noches de los aplausos y de las languideces, y que sube a escena entre las luces, entre el colorido, entre las ovaciones del pú­blico que llega de todas partes a de­mostrarle su imperecedero afecto, y que luego se va doblando con el ador­mecimiento de las sublimes convulsio­nes.

Luchando contra sus fuerzas, rompe su decisión de mantenerse aislada y promueve una brillante función para recaudar fondos con destino a su fami­lia de niños adoptados en diversos si­tios del planeta. Josefina Baker fue, por sobre todo, la gran mamá de los de­samparados, a los que dedicó sus afectos y su fortuna. Sentía su enorme raza negra como el desafío con que debía contestarle a la sociedad, pero so­bre todo al pueblo de los Estados Uni­dos, de donde era oriunda, y que un día la rechazó por no hallarla atractiva. En respuesta, dio de sí todo lo que fue capaz, y algo más, para exaltar el color de su piel.

Adoptó mulatos como cla­vando banderines sociales en los cuatro puntos cardinales. En Colombia halló, igualmente, un negrito que se llevó pa­ra seguir formando su familia.

Josefina, que fue arte, y fuego, y pasión, y alma, es la escogida de los dioses que entra a las páginas de la his­toria proclamando, serena y orgullosa, su gloria racial. Reúne a las celebridades y se despide de sus negros en un escenario vibrante como ella, en el París de sus esplendores, su patria auténtica, y declina con el ropaje del cisne que le envuelve su grandioso corazón de mulata que seguirá resplande­ciendo en todos los confines.

Dos días después de la velada murió de una trombosis cerebral. La mató la emoción. Josefina Ba­ker murió en su ambiente. A pocos es dado tan exquisito placer.

La Patria, Manizales, 8-V-1975.

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Capacitación campesina

sábado, 1 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El gerente general del Sena anuncia­ba, en su reciente visita al Quindío, el programa de capacitar al campesino ca­fetero en una forma productiva: enseñándolo a ser gerente de la tierra. Esto, a simple vista, suena como idea ilusa, acaso como un aliciente que lle­van muchos altos funcionarios en su maleta de viaje.

 En el presente caso, tanto por la se­riedad del personero del Gobierno, co­mo por la filosofía de la entidad que ha demostrado grandes realizaciones en la capacitación del hombre a todos los niveles, la factibilidad del programa no puede caer en terreno mejor abona­do. El Quindío, al igual que todo el Viejo Caldas, ya que se trata del café, son tierras de minifundios donde las gentes nacieron para ser profesionales del agro.

Hablaba el doctor Eduardo Gaitán Durán sobre la creación de una finca piloto para rehabilitar al campesino de su simple condición de obrero que re­coge cosechas espontáneas, a la de ver­dadero administrador de su propio fundo. Aprenderá en dicho centro principios de economía agrícola y téc­nicas de plantíos, y se le despertará el sentido de la responsabilidad. El cam­pesino cafetero —e igual cosa sucede con el campesino en general—, por más ligado que se encuentre a la tradición de donde deriva su subsistencia, care­ce de iniciativa. Y aunque la tierra es su razón de ser, convierte esta activi­dad en algo rutinario que no requiere más miramiento que el propio que le depara la naturaleza.

Cuando este labriego asuma una concepción mejor dirigida y aprenda que el beneficio será mayor conforme aumenten su independencia y la capa­cidad de pensar por sí solo, con el ries­go que implica el hecho de ser gerente de la tierra, de su propia tierra, se sentirá más hombre. Se le in­culcará la conciencia del auténtico ge­rente, formado no solo para mandar, sino también para producir.

Será una pacífica revolución del campo. Se requiere, en efecto, para que Colombia explote con provecho sus inmensas riquezas naturales, que la tierra sea removida hacia fines progre­sistas como este de hacer líderes a quienes, por lo general, no pasan de ser los capataces o los tradicionales reco­gedores de cosechas.

El campesino debe aprender a que­rer más la tierra. Es preciso que se sien­ta firme en su ambiente, al lado de la mata de plátano o de la siembra de caturra, como el marinero lo está en su barco, al que no abandona ni aun en los peores momentos de la adversidad, porque lo lleva en la sangre.

Y que no sea víctima fácil del transistor que le repica una confusa invitación, que al propio tiempo suena en sus oídos como algo atractivo, al éxodo hacia la ciu­dad, a engrosar esa frustrada y frus­trante población rural que cree encon­trar paraísos en los infiernos del con­creto y termina ensanchando los abo­minables cuellos de miseria que no so­lo están creando grandes problemas so­ciales a las ciudades, sino asfixiando al campesino con dificultades de todo or­den.

 La Patria, Manizales, 3-V-1975.

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La cultura en el Quindío

sábado, 1 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 No anda equivocado el semanario Satanás cuando afirma que los escritores  quindianos carecen de todo apoyo del gobierno departamental. Esto, por otra parte, es llover sobre mojado. Solo eventualmente se aprecia alguna excepción, que por ese hecho resulta mortificante, pues la cultura no debe ser excluyente. El Quindío es tierra fecunda para producir intelectuales que hacen sobresalir el nombre del departamento a escala nacional, pero poco afortunado para recibir mayor atención en el campo de la cultura.

 No puede concebirse el progreso material si no va entremezclado con el cultivo de la inteligencia. Lo que se dice respecto al escritor es extensivo, desde luego,  a las demás expresiones del espíritu, como la pintura, la músi­ca, la escultura,

el teatro, el periodismo. Las oficinas de extensión cultural no deben ser  solamente casillas de la burocracia. Es preciso que creen, que motiven, que empujen el desarrollo es­piritual. Y que dispongan de presu­puestos apropiados. De lo contrario no tienen sentido.

 Quien ha cometido la osadía de pu­blicar un libro no debería ser, como sucede en nuestro medio, un margina­do de la protección oficial. Parece ser una consigna la que se ha contagiado en el ambiente para responder, aquí y allá, que no existe presupuesto. ¿Será que la cultura se está convirtiendo en una actividad mendicante, para no de­cir que vergonzosa para muchos?

 Entusiasma observar el interés con que en otros lugares se fomentan estas inquietudes. En la vecindad, Caldas continúa en su ininterrumpida labor de prolongar su famosa biblioteca de au­tores caldenses. Es Caldas una parcela de la intelectualidad. Y si tiene figuras célebres es porque ha sabido alentarlas. Siempre que el país quiere saber de cultura, debe mirar hacia ese picacho de la cordillera andina. Políticos, oradores, diplomáticos, gobernantes se han formado bajo las alas maternas del humanismo. Es una semilla que sus gentes no dejan marchi­tar.

 Ayer, no más, el señor Presidente de la República, al exaltar los 70 años de la fundación del departamento, decía: «Esta administración no quiere que se erosionen en forma alguna la tierra, la cultura, la economía, el modo de ser de los habitantes de Caldas». Pero an­tes, en el mismo documento, había expresado que cuando «yo digo Caldas, cobijo como los de mi generación a los que vienen de atrás, del llamado Viejo Caldas».

 Que se acreciente el espíritu de cul­tura en este Quindío que tanta gloria, igualmente, le ha dado a Colombia, no solo es un anhelo sino una necesidad.

 La Patria, Manizales, 20-IV-1975.

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Rebaja de precios

sábado, 1 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El experimento de algunas agencias de automóviles de los Estados Unidos de rebajar los precios para mover el merca­do, hizo reaccionar este renglón que viene registrando un apa­bullante receso. El mayor índice de desempleo en los Estados Unidos lo soporta hoy la industria automoviliaria en razón de la superproducción de vehículos frente a una demanda en decadencia.

Esta disminución de precios es un reto para los com­petidores. Uno de los resortes del comercio reside en las estrategias que monta el vendedor para sugestionar al cliente, que es en definitiva el que impone la supervivencia de los negocios. En el caso comentado, cuando una fuerte cadena se pone de acuerdo para disminuir precios, obliga de hecho a que los demás hagan lo mismo. Mal puede una casa entrar en el juego de la oferta y la demanda si no es situándose a tono con las circunstancias.

Tal parece que el ensayo de los Estados Unidos comienza a ser imitado en otras partes. En Colombia el fenómeno de la venta de automóviles es igualmente preocupante. En las bodegas de las ensambladoras existen miles de vehículos inactivos por falta de demanda. No se trata, en nuestro medio, de escasez de combustible, sino de falta de poder adquisitivo frente a la espiral de los precios que se muestra incontenible y que, en el renglón de los automotores, ha creado cifras prohibitivas para el común de la gente, inclusive en los mal llamados carros populares que nunca han estado al alcance de los po­bres.

 El precio de la marca Zastava acaba de ser rebajado en un 25 por ciento. Esto determinará que aumenten los pedidos con beneficios lógicos: se descongelará la enorme existencia que permanece improductiva y habrá mayores utilidades que con una mercancía lenta, aparte de que se incrementará, o por lo menos se defenderá, el empleo. Entra aquí la regla de la competencia y bien pronto veremos que otras marcas, que no permitirán que queden marginadas del favor del consumidor, adoptarán políticas semejantes, de seguro más agresivas.

De extenderse el experimen­to a otros campos, como lo analiza el doctor Lleras Camargo en la revista Visión, lograríamos el milagro colombiano. La idea puede resultar contagiosa. Confiemos en que la estrategia abra la mente a otras personas deseosas de aumentar el nivel de ventas abaratando los precios.

La fórmula no es tan utópica, como puede parecer, por más que estemos en el país de las alzas irreversibles. Para no ir tan lejos, los comisariatos, cooperativas y organismos similares, que venden con nota­bles diferencias en com­paración con el comercio corriente, hacen sus utilidades a base de volumen. Falta que un consorcio de comerciantes acuerde disminuir precios, y veremos llenos sus esta­blecimientos.

El ejemplo lo seguirán el panadero, el droguista, el tendero, la placera, el médico, el acaparador, el usurero, y hasta el diablo, que es el mayor comerciante. Quedará solucionada, entonces, la emergencia económica, sin tanta elucubración. Habrá quienes imiten a los geniales vendedores de automóviles que se están llenando de billetes. Quizás el tendero y la placera, que son los magos para crear precios artificiales, y los mayores causantes de la vida cara, entren en la carrera de los precios bajos. Soñar no cuesta nada.

 El Espectador, Bogotá, 20-V-1975.